Introducción
La artritis reumatoide (AR) no solo afecta las articulaciones: su impacto sistémico incluye un riesgo elevado de osteoporosis y fracturas, con consecuencias devastadoras en la mortalidad y calidad de vida. Según el artículo de Kirkham-Wilson y Dennison (2024), hasta el 50% de los pacientes con AR desarrollan osteoporosis, y aquellos con ambas condiciones duplican el riesgo de mortalidad. Esta reseña sintetiza los hallazgos clave, desafíos clínicos y avances terapéuticos para abordar esta comorbilidad crítica.
Factores de Riesgo: Más Allá de la Inflamación
La relación entre AR y osteoporosis es multifactorial:
- Edad y duración de la enfermedad: El riesgo de fractura aumenta con la edad y los años de diagnóstico. Estudios revelan que pacientes con AR >10 años tienen un riesgo triple de fractura de cadera.
- Glucocorticoides: Su uso prolongado acelera la pérdida de densidad mineral ósea (DMO), aunque un control óptimo de la inflamación puede mitigar parcialmente este efecto.
- Control de la inflamación: Citocinas proinflamatorias (IL-6, TNF-α) activan osteoclastos, perpetuando la resorción ósea. El enfoque «tratar hacia el objetivo» reduce el daño óseo al suprimir la actividad de la AR.
Evaluación: Herramientas Actuales y Limitaciones
- FRAX y DXA: El algoritmo FRAX incluye la AR como factor de riesgo, pero ignora variables clave como la duración de la enfermedad o la actividad inflamatoria. La densitometría (DXA) sigue siendo el estándar, aunque el 70% de las fracturas ocurren en pacientes con DMO no osteoporótica.
- TBS (Trabecular Bone Score): Esta métrica derivada de DXA mejora la predicción de fracturas en AR, especialmente en mujeres jóvenes con puntuaciones FRAX limítrofes.
- Inteligencia Artificial: Modelos de machine learning integran variables como factor reumatoide y fracturas previas para personalizar el riesgo, una promesa en desarrollo.
Tratamientos: De lo Establecido a lo Innovador
- Bifosfonatos: Primera línea para osteoporosis, pero con limitaciones en osteoporosis inducida por glucocorticoides (GI-OP).
- Denosumab (inhibidor de RANKL): Eficaz en GI-OP y pacientes mayores con AR de larga evolución. Aumenta la DMO y reduce fracturas vertebrales.
- Romosozumab: Inhibidor de esclerostina con doble acción (estimula osteoblastos y suprime osteoclastos). Estudios preliminares sugieren beneficios, aunque su rol frente a denosumab aún es incierto.
- Biológicos (TNF y JAK-inhibidores): Controlan la AR, pero su impacto directo en la DMO es variable. Tofacitinib muestra tasas de fractura mayores que anti-TNF.
Desafíos y Futuro: Hacia una Atención Integral
- Guías insuficientes: El Reino Unido carece de pautas específicas para osteoporosis en AR, lo que retrasa diagnósticos.
- Tecnología predictiva: La IA y el TBS podrían refinar la estratificación de riesgo, permitiendo intervenciones tempranas.
- Terapias duales: El desarrollo de fármacos que modulen tanto la inflamación como el remodelado óseo (ej.: romosozumab + biológicos) es una frontera prometedora.
Conclusión
La osteoporosis en AR exige un enfoque proactivo: control riguroso de la inflamación, evaluación integral del riesgo y terapias escalonadas. Los profesionales deben integrar herramientas emergentes (TBS, IA) y considerar terapias innovadoras para reducir la carga de fracturas y mortalidad. Como señalan los autores, «el futuro está en modelos predictivos y tratamientos que aborden ambas condiciones de forma sinérgica».
Referencia:
Kirkham-Wilson F, Dennison E. Osteoporosis and Rheumatoid Arthritis: A Review of Current Understanding and Practice. Br J Hosp Med. 2024.